La Capilla de la Virgen de las Virtudes

Un dintel, es el único resto gótico que queda de la capilla, sabemos que fue mandada construir por Nuño Freire de Andrade en 1378. Esta capilla, situada a la vera de la carretera nacional, recibe también el nombre de Nuestra Señora del Soto. 

Centro de devoción popular ligado a milagros no reconocidos por la jerarquía eclesiástica, su atrio sirvió de enterramiento de pobres, una práctica prohibida por los mandatos eclesiásticos hasta 1599, año en el que el arzobispo Juan de S. Clemente consagró el suelo y atrio de la iglesia para que pudiera servir a tal fin. En 1833 se convierte en el primer cementerio municipal, y lo será hasta 1888, tras haber sufrido varias ampliaciones.

Entre 1672 y 1680 el indiano Andrés Copeiro y Parga, vecino del coto de Breamo, financia la reedificación de la iglesia, en la que terminara siendo enterrado. Las obras, realizadas en tres campañas por los maestros de cantería Pedro Flores, Guemes Solorzano y Toribio de la Vega, supusieron la ampliación de la iglesia a lo largo y a lo ancho, la realización de la fachada, la cubierta abovedada con la media naranja y linterna, entre otros. 

En 1817, según inscripción, se realizó la espadaña. En 1858, bajo la dirección del arquitecto Faustino Domínguez, que más adelante se ocupará también de las obras de ampliación del cementerio, se llevó a cabo una nueva reparación que afecta al tejado, a la media naranja y al cimborrio.

Reparada en 1908, se agregó el asilo de ancianos, con el que se comunicó hasta 1919 por una puerta abierta en el lado de la epístola.

La capilla mayor de la iglesia posee un retablo de relicarios y columnas salomónicas, exuberantemente decoradas; tabernáculo y sacramental Realizado por Alonso González y pintado con posterioridad a 1718. En la calle central contiene un pequeño baldaquino que cobija el sagrario, la imagen de la Virgen con el Niño y, en el ático, la imagen de S. Agustín. 

Completan el mobiliario de la capilla tres retablos más: el hoy llamado del Nazareno, realizado en 1679 por Alonso González; el de santa Rita, del siglo XVIII, procedente del desaparecido convento de los agustinos; y el de la Virgen de la Soledad, del siglo XIX. 

En su atrio se levanta un crucero de finales del siglo XVII, con las imágenes de Cristo y la Virgen Gloriosa.