Los inicios de la Iglesia de Santiago se remontan al siglo XVI. Con arco de acceso apuntado, decorado con motivos vegetales, cubierta con bóveda estrellada de diecisiete claves y complicada tracería gótica, este templo fue mandado construir por Fernando de Andrade.
El mobiliario conserva la antigua imagen de Santiago Sedente y el retablo primitivo. La primera es una imagen de granito policromado de finales del siglo XIV, que fue exhumada y puesta donde hoy se encuentra a raíz de la reforma de 1961. Por otra parte, el retablo es renacentista, realizado en 1530, contemporáneo de las portadas platerescas, con decoración de cabezas de ángeles, con trofeos y escudos de los Castro y Andrade. A mayores, también podemos encontrar las pinturas sobre tabla del ciclo de la pasión y S. Miguel pesando las Almas, que nos remite a modelos góticos. En 1684, se doran y se colocan lienzos referentes al ciclo mariano, que posteriormente fueron retirados en la última reforma, dejando exclusivamente la Natividad, Anunciación y Asunción.
Dentro de la capilla mayor destaca la talla del Cristo de la Vera Cruz, del siglo XVI, y de la Virgen de la Candelaria, procedente del retablo de la Santísima Trinidad, de principios del siglo XVIII, restaurada en 1970.
El resto de la iglesia fue reedificada a impulso del arzobispo Bartolomé Rajoy y Losada entre 1757 y 1763, bajo la dirección de Alberto Ricoy. Un edificio de planta basilical, de tres naves, coro a los pies y crucero en planta, con bóveda de media naranja en el mismo, aristas en las capillas laterales, separadas por arcos fajones y pilares, y cuatro tramos de medio cañón con lunetos en la nave central.
El Barroco aparece en la fachada, con sus columnas gigantes, suspendidas en un elevado plinto, decoración de motivos jacobeos, puertas de bordes moldurados. Pero, destaca en y, las tres torres, donde el lenguaje barroco es más reconocible y universal. La de la derecha, alberga una carraca, instrumento necesario en una Semana Santa con tradición musical. Y en la calle central de la fachada, dos concesiones: una, al Santo titular, representado en altorrelieve como Santiago Matamoros; y otra, el escudo de los señores de la villa, patronos de la iglesia; similar al que encontramos en el sepulcro de Fernando de Andrade.
Un total de 12 retablos, que se reparten entre el Barroco y el Neoclásico, se distribuyen por capillas y crucero. Sobresalen los retablos de S. Juan Bautista (1759), de la Virgen de las Nieves (1757), o los retablos del crucero: de la Virgen de los Dolores (1752), Purísima (1760), Nuestra Señora del Rosario (1759) y Santísimo Cristo de las Ánimas (1761), que contiene el Cristo del mismo nombre, atribuido a José Ferreiro.
Aparte de los retablos, destacan el paso del Nazanero, realizado en 1771 por José Gambino y el Santiago Matamoros, siguiendo modelos que el citado autor realiza en la catedral de Santiago. A todo ello habría que añadir dos piezas de orfebrería de gran valor: el Portapaz donado por Fernando de Andrade y la custodia donada por el Arzobispo Rajoy, reproducción del Altar Mayor de la Catedral de Lugo.
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