Las fiestas no podrían entenderse sin la participación de dos eumeses que en Pontedeume adquieren un valor emocional difícil de explicar y que forman parte de la cultura de la villa. Dos figuras que brillan con luz propia, cual pareja de soberanos en los bailes de la corte. Son los Mómaros, bailan a ritmo del Ñoroño, y dan el pistoletazo de salida a las fiestas patronales el día 7 de septiembre a las 12 de la mañana, saliendo de cabeza, por la puerta principal del concello de la villa.
Son pareja de hecho desde mediados del siglo pasado, desfilan y bailan por las calles de este pueblo como hilo conductor de los cinco días de fiesta. Van con su séquito, una considerable escolta de cabezudos. Tienen sus momentos estelares al besarse en público a lo largo de su recorrido y el pueblo aplaude su historia de amor a gritos.
En Galicia, los gigantones de cartón piedra están documentados desde el siglo XVII, y aunque no son tan abundantes como en regiones europeas, a día de hoy, despojados de todo carácter religioso, perviven en más de medio centenar de localidades de esta comunidad. Mómaros es como se les denomina en Pontedeume, utilizando una voz gallega documentada desde finales del siglo XIX, con el significado tanto de gigantón como de máscara o, popularmente pasmarote. En este pueblo, al estar hechos de material perecedero, son piezas de nueva creación, pero que remplazan a otras anteriores, siempre en pareja.
Una muiñeira conocida popularmente como Ñoroñó, alusión onomatopéyica a los propios Mómaros de Pontedeume. Ñoroñó es una melodía popular de Galicia, se interpreta en la villa con un ritmo vivo que la ha convertido en pieza tradicional de los Mómaros eumeses. Los portadores hacen girar a los gigantes, quienes despliegan sus brazos en molinete, y el juego de los viandantes al evitar los golpes de las manos gigantescas se suman a la danza.
La escolta de cabezudos que acompaña a los gigantes abren el paso a golpe de “vareadas”. Superan las dos docenas de miembros, y predominan personajes de cuentos infantiles y dibujos animados. Como los Mómaros, tienen una dimensión desproporcionada, creando un efecto de dominio colosal aunque estos son de menor altura y se distinguen por ser megacefálicos, lo que les confiere un carácter más cómico.
Terminados sus cinco días de gloria al año en las fiestas patronales, los mómaros terminan su ciclo anual y disfrutan de un merecido descanso, generalmente deteriorados por las caídas, choques, y roces producidas en sus danzas alocadas. Los “sanitarios de Mómaros” repintan cabezas, reparan armazones y retocan los vestidos y accesorios, para que así el próximo año puedan volver a lucirse.
El 8 de septiembre es el día grande para la Virgen de las Virtudes. Se oficia misa en su iglesia con posterior procesión y, a mediodía, la cita es la cucaña marítima: una antigua tradición que ya se celebraba en 1881. La teoría es sencilla, tan solo hay que alcanzar la bandera situada en el palo que se instala en el barco, pero la práctica no lo es tanto: el tronco, de unos 4-5 metros, es untado en sebo, bien apuntalado a la popa del barco fondeado muy cerca del puente de piedra. Participante tras participante, por fin alguno llega al final del tronco y se lleva la bandera con el al agua. Y vuelta a empezar dos veces más. Cuando se coge por tercera vez la bandera, explota una gran traca y se realiza la quema del Galán, muñeco que va montado en un bote, que rema y rema con todas sus fuerzas para que la embarcación de vueltas sin parar hasta que termina destrozado del esfuerzo y la pasión.
El plato principal del día 9, es el concurso de frutas que da nombre a las fiestas. Se desarrolla en la Alameda de Raxoi, y se premian diversas categorías a las frutas de la comarca.
El día 10 es el día de San Nicolas de Tolentino, el otro patrón de la Villa, al que se honra con misa y procesión alrededor del atrio De la Iglesia De Santiago de Pontedeume. Se bendicen y reparten los “bollitos de San Nicolas” a los que se atribuye el don de evitar los incendios en las casas donde estos se encuentren guardados en un cajón. La noche del día 10, sesión importante de fuegos artificiales que escenifican el combate naval, entre el Torreón y el barco invasor.
Las fiestas patronales terminan el día 11, día de fiesta profana con la gira al río Eume y comida en familia. La tradición dice que hay que subir en barco por el río hasta el campo de la Xunqueira, donde se celebra la romería. A media mañana, las ramblas del puerto hierven de actividad, desde la embarcación destinada a transportar a la corporación y sus invitados, hasta el pequeño cayuco que subirá el río a remos hasta que alguien le tire un cabo, cargados hasta la bandera con ingentes cantidades de viandas y manjares, sin olvidar los barrigudos garrafones de varios litros para alimentar y saciar la sed de familias al completo durante todo un día de romería.
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